Por: Juan Pablo Ramírez Idrobo*
Para ir al
Amazonas uno tiene que vacunarse contra la malaria, el tétanos y la fiebre
amarilla. Quienes vivimos en ciudades intermedias nacemos con una absoluta
torpeza inmune contra los males de la ‘madre selva’ quien, dicho sea de paso,
ha sabido defenderse con sus fieros mosquitos y sus arañas peludas.
Una vez, hace trece años (número cabalístico), quise ir a
Leticia y aventurarme en la manigua para retratar insectos estrambóticos.
Empecé por conseguir los fondos necesarios para emprender el viaje y, como en
esos días cantaba, logré vender algunos discos. Luego de los discos vendí el
radio de mamá, los libros de papá y las joyas de la bisabuela.
Ya con dinero, madrugué al puesto de salud
del barrio Alfonso López para que los facultativos transfundieran vía
intramuscular las pociones ideales contra los posibles ataques selváticos.
La sala de espera no estaba llena, a pesar
de que uno no deja de enfermarse. Era pequeña y olía a jardín de infantes.
Desde que me levanté presentí que ese no sería un día normal: no tuve que
esperar demasiado y el personal médico se mostraba peculiarmente atento y
considerado.
- Ramírez Idrobo Juan – dijo la voz de una enfermera parada
en el quicio de una puerta.
- Soy yo.
- Siga. La doctora ya tiene su historia.
Y seguí. Me hicieron sentar en una
camilla. Justo al frente había un televisorcito encendido.
- ¿Antitetánica, cierto? – preguntó la doctora con una dulce voz de vampiresa presta a clavar los
colmillos.
- Ajá – dije mientras me remangaba la camisa y respiraba hondo al sentir
un trozo de algodón alcoholizado frotándome el brazo.
Fijé la mirada en el televisor. La voz de
Yamid Amat repetía una y otra vez lo que la imagen mostraba: un avión
estrellándose contra la torre 1 del ‘World Trade Center’. Confieso que en ese
instante un lagrimón rodó por mi cachete.
- ¿Triste, verdad? – dijo la doctora.
- No. A mí los gringos me importan un pito
– contesté como pude.
- ¿Entonces, por qué llora?
- Le juro, doctora, que no tenía idea de
que la vacuna antitetánica doliera tanto.
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*Juan Pablo Ramírez Idrobo, nació de milagro en Popayán una noche de miércoles en 1979. Comunicador Social por descarte, es socialista de nacimiento y tartamudo de vocación. Como buen hijo de enfermera, le teme a las inyecciones.