jueves, 2 de octubre de 2014

Después del ensayo (Consueta) - Empedrado


Por: Ana Mantilla

¿Cómo hace una piedra para ser piedra? Le preguntó esa mañana el Maestro al encontrarla frente a la puerta del Teatro. Miró la roca que acogía su mano. Esa mano marcada por la historia de la lucha, por un insistir en una la utopía libertaria. Anoche se acostó con la extraña sensación de que algo ignoto sucedería. Más bien, le sucedería. Claro, apagó el despertador y salió quince minutos tarde a esperar el bus que había de llevarle a la terminal, que a su vez, tendría que esperar el colectivo de las 6:30 am y que evidentemente llegaría tarde a la función de teatro en aquella vereda perdida en los mapas celestiales. Tal parece, que el Gato (así le dicen al transportador de la compañía) también se había acostado con una extraña sensación, pues llegó tarde a recogerles.

Tuvo tiempo suficiente como para sentarse a contemplar el cactus que florido se expande en el antejardín de la casa cultural. En esa contemplación, sólo le llegaba el eco de la retumbante voz del Maestro. ¿Por qué ella nunca se había cuestionado sobre la formación de las rocas? En sus estados alterados, complacidos de sinécdoques, había interpretado la voluntad del individuo como un hacerse roca constantemente. Y es que el tiempo, camarada del olvido hubo de hacer en su racionalidad una diada de recuerdo-olvido. Y se pregunta si no era esa la constante en la memoria colectiva de un país como este, teñido de sangre y dolor. Si no nos volvemos roca, nos convertimos en polvo de arena.